Fiesta del libro y la rosa 2025
Durante el seminario de literatura infantil y juvenil desde una cultura de la paz tengo muchas cosas que decir; pero primero me voy a las quejas, el título del seminario implica que las conferencias vistas, hablarían desde las infancias y las juventudes, pero dejan estas yo creo que en su cajita sin nada más por hacer. Hay una ausencia de ellas durante, no solo el seminario, todo el fin de semana en la Fiesta del libro y la rosa.
¿Quisiera
saber que hicieron nuestras juventudes para que se le haga a un lado?
Tal
vez decidieron revelarse, separarse para encontrar su identidad; buscarse en
amigos, música y redes. Pero están solos, no podemos hablar de literatura
infantil y juvenil, si no tenemos nada juvenil; ¿Cómo quieren que las
juventudes tengan un acercamiento si no los tomamos en cuenta? ¿Dónde quedo su
derecho a la lectura? ¿Por qué los castigamos si no quieren leer los clásicos?
Siguiendo
con el tema, solo quiero rescatar dos platicas del seminario que fueron las que
me marcaron de una forma que trataré de explicar y porque son los que más se
apegan a lo que fue mi exposición. Y dándole pie a la lectura que expuse sobre
el derecho a la lectura; parecería que no estamos respetando este derecho a
todos ellos; dejamos los libros “juveniles” en la misma mesa y solo le damos
vista a lo infantil; dan espacios infantiles y juveniles, donde de juvenil no
hay nada y es una lástima que dejemos a los jóvenes a su suerte; cuando
deberían ser también a quienes ver primero.
Inicio
con Lidya Cacho y Gabriela Warketin; por asuntos de seguridad Lidya vive
exiliada en España y de esa manera inicia el conversatorio de lo exiliado y los
derechos humanos, donde también presentaron el libro de Lydia El día que
invadieron mi planeta. Yo conocí a Lydia dentro de las paredes de mi casa,
mi mamá escuchaba y veía cada entrevista y conferencia que daba. Poder escucharla,
aunque sea por una sesión de zoom fue de las cosas más increíbles que nunca
pensé vivir.
Gabriela
Warketin abrió la plática don una frase que decía “Debemos de saber cómo contar
las cosas”; contó una anécdota de como conoció a un hombre por un grupo de WhatsApp
el cual estaba en medio de todo un ataque del narco, donde habían cerrado las
carreteras a Guadalajara y habían incendiado un camión; ella como periodista
siguió preguntando cosas, hasta que él le comenta que iba con su hija de ocho
años, entonces la conversación giro a como él estaba tratando el tema con ella
y comentaba que trato de hacer la circunstancia un juego donde ella no viera el
miedo de la escena. Yo vengo de Jalisco, la imagen de carreteras tomadas por el
narco y el miedo a la policía es algo que conozco de primera mano y al mismo
tiempo se me hace de lo más normal, cosa que quizás no debería ser, pero esa
era la vida que vivía de niña, no nos daban miedo los Z, tampoco el Chapo o
cualquiera de esas cosas; lo veíamos como un juego y hasta chistes hacíamos al
respecto.
Lidya
entonces empieza su participación con todo el tema de su libro, su experiencia
con niños refugiados de la guerra entre Ucrania y Rusia y como es que ellos
veían la guerra; ahí nace el libro y es eso; la mirada de estos niños de lo que
ha pasado desde la invasión. La presentación de Lydia me pego muy feo, yo tuve
que migrar a la Ciudad de México luego de un divorcio y estar como refugiada
con mi mamá en casa de mi abuela; por lo que la frase que menciono de “Un
exiliado siempre lleva las llaves de su casa en la mano” me atravesó por
completo; porque tal vez yo no hui de mi lugar de origen por una guerra con
misiles, pero sí he tenido que sentirme como extranjera en una ciudad que aún
no considero mía.
De
ahí quiero rescatar a Ana Griot, quien en cuanto empezó a narrar me enamore de
su manera de hablar, quede totalmente hipnotizada. Y además que después de su
presentación junto a un compañero, Leo, nos quedamos platicando con ella todo
lo que quedaba de seminario y al día siguiente llegamos a una de sus
presentaciones y después nos invitó a su taller ahí mismo en la feria. Quiero
rescatar que la palabra Griot en regiones de África se usa para llamar a los
narradores de historias y me pareció tan increíble que no pude evitar anotar
todo lo que decía; nos contó sobre como la narración oral es muy femenino,
tomando en cuenta que solo a los hombres se les enseñaba a escribir; también
que cuando una mujer es silenciada ella canta y canta mucho; que en lugares de
África se cree que las historias vuelan en el aire y la imagen que eso me dio
fue demasiado mágico.
También
estuvimos platicando con ella sobre literatura medieval y el trabajo del
mediador y él cuenta cuentos; como el segundo no siempre estará interesado en
ser un mediador; se burló de quienes teatralizan demasiado los libros
infantiles al momento de contarlos y hablamos de todo lo que hay en medio de
las presentaciones, narraciones y demás.
Fueron
las dos cosas que más disfrute en general del seminario y de la feria; las
demás presentaciones del seminario no digo que fueran malas; pero después de
tener tanta impresión con emociones de esas dos, lo demás quedo un poco
opacado, lo que sí ame escuchar a Ricardo Raphael y a Guillermo Artiaga.
Comentarios
Publicar un comentario