Como empaparse sin ver la lluvia
Encontré una variación de un cuento que escribí para una clase y que por esa cosa la maestra me tuvo muy vigilada; no la he leido en un rato y aunque recuerdo que tiene varios errores la quiero compartir por acá.
Datos necesarios: la escribí a los 15 años, hace aproximadamente 6 años, la variación es porque el cuento original si existe por lo que los derechos originales son de la autora; y está escrito desde mis vivencias; así que espero les guste.
Adaptación de la obra original "Como empaparte sin ver la lluvia" de Nuria labari
Han pasado cinco años de que no son nada y aún recuerdo cada una de sus peleas, cada palabra dicha y cada golpe dado. He pensado en todas las situaciones en las que he usado la frase <<Perdón, creo que necesito atención, como sabe, mis padres se están separando>>. También recuerdo esa extraña señora queriendo saber cómo me siento, que pienso e interesándose cada vez más en lo que escribo y dibujo, tal vez me atreví a escribir una carta de suicidio o dibuje un cementerio con una tumba y sobre esta una sola rosa roja, tal vez simplemente le dije que me parecía absurdo. No importa. Nada de eso sirve, ya que cuando termino siempre me da el mismo sermón <<No es por ti que se separan, debes entender que ellos ya no se quieren de esa manera>> pero claramente sí que es mi culpa, es mi culpa que ellos no se pueden separar kilómetros de distancia, sin tener que volver a verse.
Se de ley que tenía que quedarme con uno de los dos –aunque creo que soy más una carga para ambos- vivir con mamá sin duda es un suplicio, siempre está enojada y casi nunca puedo hacer bromas. Sin embargo sé que odia cuando rio o cuando odio recoger mi cuarto. Y también sé que él odia cuando recojo todo lo que está al alrededor, cuando pido algo con ansías o simplemente cuando me enojo. Cada uno odia esa parte de mí, sin embargo yo me odio más que nada. Ya que por mí no se han separado. Por mi culpa se están divorciando, y viviré con ese odio lo que dure mi vida, la cual espero que no sea larga.
Regresar a casa sola me da el tiempo suficiente para pensar en todo lo que ha pasado y criticar todo lo que hice en la semana, mes o incluso en todo el año. Recordar cuando olvidé recoger los platos y al llegar mi mamá no dejó de regañarme hasta que me quedé dormida, o la vez que me creí cada una de sus mentiras y aun así lo perdoné, o cuando lo conocí y por miedo lo deje ir. Pienso en todo y a la vez en nada. No sé en qué momento tantas cosas pasaron. Cosas que no deberían de importar pero que al final de todo importan, importan tanto que incluso duele.
Me desvió del camino y termino en casa de papá, sé que la vecina se asoma preguntándose por mi madre. Esa señora es horriblemente chismosa. Cierro los ojos e imagino que detrás de mi viene mi mamá. Sonrió tontamente mientas niego con la cabeza y me pregunto, ¿Cuándo dejaré de imaginarme tales cosas? Él no está, eso lo sé, subo a mi habitación y detrás de mí cierro la puerta, dejo caer mi mochila sin importarme si algo se puede romper. Saco mi celular del bolso de la sudadera –ya ni siquiera recuerdo desde cuando llevo sudaderas todo el tiempo, haga calor o frío siempre traigo puesta una- busco con la mirada los audífonos. Están colgado del buro, quietos, demasiado quietos como si hubieran decidido que ya no valía la pena vivir. Ruedo los ojos ante tales pensamientos y estiro la mano para alcanzarlos, me tumbo en la cama y los coloco en mis oídos, dejo que la canción me envuelva y que se lleve cada uno de mis problemas.
Cierro los ojos. Los vuelvo a abrir y por primera vez noto lo diferente que se siente estar aquí. Frente a mi están todas las Barbies que han sobrevivido, sin ropa, pero con una sonrisa. No sé cuánto tiempo llevan ahí, ni siquiera sé si es posible que haya sido yo quien las colocó. Aun lado están los nenucos, esos con los que toda niña practica como ser madre, todos esos peluches algunos con los que nunca me dejaron jugar, y otros tantos juguetes. Por un momento, me imagino a mi papá aquí, observando cómo el cuarto ha ido cambiando, me pregunto si su mirada es de alguien que ha perdido mucho o la de alguien que sigue sin comprender que hacen todas esas cosas en su casa. He decidido que me desharé de todo lo más pronto posible.
No sé en qué momento me quedé dormida, ya que más allá de la música que sale de mi celular se escucha la voz de mi papá. Me incorporo lentamente, alcanzo los audífonos los conecto a mi celular y los coloco en mis oídos. Escucho sus pasos bajando por las escaleras. Salgo y cierro la puerta, como si ocultara algo, y creo haber escuchado un pequeño sollozo, un sollozo de esos llenos de tristeza y siento como las barbies lloran y se consuelan entre ellas, como los nenucos piden a gritos a su mamá, incluso los artistas de cada poster se echan a llorar. La música es lo único que logra callarlos incluso si la pongo muy alta me callara a mí. La música es la única que entiende realmente cómo estás, siempre la llevó conmigo. Aunque esté con amigos o familia pero en especial la pongo cuando estás tan feliz por haber hecho algo y un imbécil se cree tan importante como para criticar tu logro, como si tu vida no valiera nada y la de él fuera perfecta. Pero claro, hola, soy yo, la chica que tiene una vida de mierda y todo lo que hace está mal.
Bajo y me siento en el sofá, la televisión está encendida, uno de esos programas de futbol está en ella, él se sienta a un lado de mí revisando su celular. Yo me quito los audífonos y los dejo en mi regazo. Él ignora la música saliendo de estos y por primera vez en este día el voltea a verme.
-¿Quieres que te lleve o ella vendré por ti?
-En realidad quisiera quedarme está noche aquí, si no te molesta.
-Claro quédate, pero tenemos que avisarle.
Simplemente digo que si con la cabeza.
Intento que él no me vea sonreír, cuando vamos por tacos. Agradezco que él no haya cocinado, me alegro de estar con él y no con mi mamá. Reconozco que se enojara por haber avisado tan tarde que me quedaría con mi papá, también reconozco que tendré que usar mi vieja ropa, si es que no quiero que me digan nada por llevar la misma ropa dos días seguidos. Al regresar a casa noto que tengo que cambiar el pijama, el pantalón ya es demasiado corto y la playera me queda algo ajustada, los calcetines están por romperse. Noto que a comparación de esto, no es tan malo ir a la escuela con la misma ropa. Acepto entonces pertenecer a ese grupo de personas que no tiene toda su ropa en un mismo mueble, que ni siquiera está en la misma cas. Creo que empezaré a cargar una muda de ropa en la mochila de la escuela, solo en caso de que sea necesario.
He pensado en la escuela, en las chicas, en como lucen los vestidos y todos los chicos las voltean a ver. Quiero uno. Necesito uno. Se lo digo a mi madre.
-Quiero un vestido.
-Tú no usas vestidos.
-Bueno, quiero empezar a usarlos.
-Tengo varios en el armario ve si te queda alguno y si no véndelos y cómprate uno, al fin y al cabo, yo ya no los necesito.
Sonrió ante eso, al final algo bueno resultó del divorcio. Pienso en ir después por ellos, tal vez así por fin seré bonita. Veo a mi madre y dudo un poco, desde el divorcia parece otra persona, como si un desconocido se hubiera puesto el disfraz de mi madre. Lleva ropa más juvenil, se arregla más, incluso se ha decidido por pintarse el cabello a un tono rojizo. Y ahora contemplo a mi padre vestido de diferente forma y aquí recuerdo que era ella quien elegía los conjuntos. Parece como si ambos hubieran regresado a la preparatoria 30 años después. Pienso que al final de todo el vestido no servirá de nada ya que soy la mejor vestida de los tres aunque últimamente todo sea de color negro, pantalones que inician en la cadera totalmente pegados, y playeras que apenas cubren algo. Pero siempre con una sudadera, con capucha y deben ser demasiado largas o muy pegadas. Recuerdo aquella vez donde una gorda veía una revista de moda, pienso que es ridículo ella jamás podrá llegar a tener el cuerpo de esas modelos. Ni ella, ni yo.
Mejor me quedo callada. Escucho atentamente la noticia del programa: Barbie se divorcia. La muñeca deja a Ken, su novio desde hace 43 años, por Blaine, un surfista algo más joven que ella, anuncia la vicepresidenta de marketing de Mattel. Pienso en porque no pudo ser tan fácil lo de ellos, me imagino a mi madre con un nuevo hombre. Sonrió suavemente, pero no hablo. Nunca bajo la guardia. Mi padre siempre hará lo mejor para él aunque no pare de decir que es lo mejor para mí. Exactamente lo contrario. Ella cree que lo mejor es lo mejor para todos.
Me doy cuenta al cambiar de canal y pasar a una película, que deseo una relación, tener a alguien con quien desahogarme tener a alguien que te quiera y se preocupe por ti, que a pesar de todo siempre este ahí para ti, como Alex estuvo siempre para Rosie. Pienso en que tengo 16 y aún no he dado mi primer beso. Noto cómo tardo en masticar la carne, pienso en donde escupirlo. Considero un momento en ser anoréxica y dejar pasar la comida. Camino al baño y dejo salir todo lo que he comido en el día, bajo la palanca.
Enjuago mi boca y decido que regresare a casa de mi madre tengo que cambiar mi ropa tal vez la llamaré pero no, mejor uso las llaves. Tengo que ensayar la cara, ya que será lo único que me salvaré. Debo mantener la mirada neutra y hueca sin vacilar. Cuando esté en su casa dejaré que me diga y mande a su antojo. Claro que sin contestarle, si no habría vencido. Acaba la comida. Lávate los dientes. Prepara la ropa para mañana. Lava tu plato. Haz la cama. Estudia. No llegues tarde. No fumes. No te drogues. No bebas. ¿Y el chico con el que salías? Arréglate. Lávate las manos antes de cenar. Pon más cuidado en lo que haces. Lleva un abrigo al salir. Quítate los audífonos que no me escuchas. Ya levántate. Tienes que comer. ¿Es que hay que decírtelo todo? Atiende. Escucha. ¿Por qué yo?
Estoy lista. Mi cara sigue pegada al espejo como si fuera una fotografía. Cada día me desplomo más pero eso nadie lo tiene que saber. Veo las espinillas que rodean mi nariz. Me fijo en el final de mi cabello lo corto que es. Pienso en que tal vez no es necesario ir por más ropa, que la que traigo conmigo es más que suficiente o tal vez puedo buscar en el armario de mi padre si es que mamá dejo algo.
Regreso a la sala y mi padre ya ha terminado de recoger la mayoría de las cosas. Termino ayudándole a lavar loa vasos y platos. Recuerdo cuando todo esto lo hacía mamá. Me siento débil, quizá debí haber comido algo hoy y no debí haber vomitado. Mi padre mueve mi mochila haciéndola caer y de esta salen todas mis cosas. Un par de cuadernos, lápices, carboncillo, labiales y una pequeña cantidad de droga. Mi padre hace como si no la hubiera visto. Me dispongo a explicarle. Pero me doy cuenta que soy una chica mimada, malcriada y mala hija. Sé que él no dirá nada porque siempre ha cumplido mis caprichos.
Pienso en pedir perdón. Pero no sé por qué lo pido. Decido irme, dejar que ellos me miren todo lo que quieran. Decido dejar que sigan mimándome. Seco mis manos en mi pantalón. Intento desear quedarme aquí pero no puedo. Al final voy y tomo mi mochila y me despido de él. Lo abrazo y susurro <<Nos vemos mañana, me voy con mamá para traer más ropa, paso después de la escuela>>.
Imagino que cuando llegue, mamá se sorprenderá pero no dirá nada, me preparara un baño caliente y luego ella se adelantara para irse a dormir, pienso que dejara que duerma con ella como cuando tenía cinco y tenía pesadillas. Imagino todo esto mientras espero el autobús. Pienso en que se sentirá bien dormir con una pijama limpia.
Entro en casa, y ella no está. Me siento aliviada. Luego cae un peso, un peso muerto. No sé porque ha dejado su cama sin hacer, veo su ropa interior usada al pie de la cama, acabo de recordar que ha conocido a alguien.
Voy al baño, abro la llave de la tina. Comienzo a desvestirme sin detenerme a ver mi cuerpo. Saco de mi mochila aquella bolsita con droga, tomo un poco, un poco más, un poco más. La acomodo en una línea e inhalo de golpe. Empiezo a sentir como la droga hace efecto relajándome por completo. Regreso por mi mochila. La tina ya está lista. Saco una pequeña lámina de metal. Un solo corte.
Tengo que acabar con esto. Vuelvo a inhalar la droga y hago el corte. En una, no, en las dos. Siento la sangre correr por mis brazos. Camino a la tina y entro en esta. Veo a mi familia, estamos los tres, mis padres se ven felices y no estoy usando mis suéteres, ni mucho menos la ropa negra, tengo una sonrisa real, verdadera en el rostro por primera vez después de mucho tiempo.
No sé si es la droga o algún recuerdo, pero sin duda es hermoso. Mi vista comienza a nublarse, siento mi cuerpo pesado, el agua ahora es de un color carmesí, me pierdo en du color, de repente me ha dado mucho sueño creo que dormiré un poco...
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