La profecia de Hela "Leyendas"



~En algún momento antes de nuestra era~

La vista desde aquella torre era majestuosa, podía observar fácilmente los terrenos del castillo, las orillas del bosque y si prestaba la suficiente atención, a lo lejos se podían observar las columnas de humo de cada una de las aldeas que conformaban el reino, así como sus respectivas torres. Nadie subía desde la gran guerra, habían sido el lugar desde donde los soldados veían si intrusos llegaban o si alguna de las aldeas necesitaba ayuda. Me gustaba la soledad que exhalaban, podía escaparme de mis responsabilidades y tener momentos de soledad. 

Por regla de vida, soy el rey de todo aquello que se mira a la orilla de la torre; gobierno sobre los demás clanes, siendo cinco aldeas aquellas que no solo estaban bajo mi poder y cuidado; sino que eran mi gente y yo era su líder. Cinco aldeas de cinco clanes distintos; pero a la orilla de todo podrías contar seis, la última era la de los humanos, la más nueva, creada hacía no más de dos generaciones desde la paz entre los clanes. Desde entonces nos temían y nos respetabamos por igual, pero eran demasiado imbeciles como para pensar en una nueva invazión y hacer de ellos un poco de lo que hicieron con los nuestros Pero no quería ser el idiota que reavivara la guerra entre todos.

Mirando hacia abajo de la torre, se encontraba la aldea principal, el lugar de mi gente; ese día en especial podía observar la llegada de los carruajes de los alfas de los clanes; todos deteniéndose en la puerta del castillo. Era común que una vez por mes se realizará una visita para reportar circunstancias extrañas o extraordinarias; mi padre día que la diplomacia entre aldeas y en especial con la aldea de los humanos era de suma importancia para alentar la cooperación de todos, éramos una misma especie con un enemigo en común; debíamos estar unidos.

Pero desde hacía un par de meses, yo me escondía en la torre, mi gabinete se encargaba de toda la visita, desde que llegaban, la misma reunión y la salida de cada uno de esos alfas. Soy el rey de todos ellos, escogido por mi padre, quien lo heredó del suyo y él del suyo; desde hace muchas generaciones. Se cuenta que mis ancestros llegaron al trono por ser aquellos escogidos por los demás jefes. Difíciles de romper y muy diplomáticos para permitir más guerras, aunque mi abuelo siempre se burlaba de aquello, ya que la guerra con los humanos no había salido de la parte amable de la familia.  

Hacía un año que había sido nombrado rey por mi abuelo; mi padre había fallecido por una extraña enfermedad que llegó a la aldea y pronto tuve que subir al trono para dirigir no solo a nuestro pueblo, sino a los demás clanes y mantener las relaciones sanas con los humanos. Tenía diecisiete cuando me nombraron y cumpliría veinte después del solsticio de verano; solo en ese momento sería mi verdadera coronación, por mientras seguía siendo un aprendiz de monarca.

—Te encontré, los demás alfas ya llegaron, están abajo —la voz de mi abuelo me saco de entre mis recuerdos. —Está vez ya no me quedan más excusas para darles, Aidan.

—Diles que estoy enfermo —no quitaba la mirada de la llegada de la última carroza, los humanos apestaban a kilómetros.

—Aidan.

—Y qué es contagioso.

—Aidan.

—Por lo que te disculpas de mi parte y llevarás la sesión.

—Aidan, no puedes seguir huyendo de tus responsabilidades —quite mi mirada del carruaje cuando vi la puerta abrirse, gire mi mirada a mi abuelo quien me veía entre enojado y con compasión; un día se iba a ir de mi lado y las excusas tendrían que desaparecer.

—¿Por qué no? yo no pedí esto.

—Lo sé —y por supuesto que lo sabía, yo había perdido a mi padre, pero él había perdido a su hijo, meses después de perder a su mate y ahora debía hacerse cargo de un rey necio; yo no pude conocer a mi madre, murió cuando nací, éramos dos solitarios y yo no le hacía las cosas más fáciles. —Solo ven a la reunión, después puedes salir a explorar el bosque.

—¿Me llevas al lago? —eso lo hizo sonreír.

—Sí, pero solo si te quedas toda la reunión sin parecer aburrido ni hacer caras cada que el humano habla —me condiciono sonriendo, me conocía bien.

—Bien, hora del show.

Casi siempre era lo mismo; estar en la mesa, escuchar a los demás, decir que lo arreglaremos, escuchar las quejas de los humanos inútiles y ya; el tema es que podía durar de una a nueve, horas, días, semanas o meses. Antes de entrar me arreglan la ropa y me ponen la corona improvisadamente, mi abuelo me arregla la camisa y yo me impaciento porque en cuanto entró al pasillo mi lobo se impacienta. Creí que sería tan fácil como entrar, sentarme, escuchar, levantarme e irme, para poder ser libre; pero algo cambió, algo muy serio cambio.

Mi lobo siguió volviéndose loco en cuanto llegué al piso y me paralizó cuando entré a la habitación. Justo enfrente de mí, estaba la chica más hermosa de toda la Tierra, tenía el pelo rojizo largo y a la cintura; adornado con una corona de flores, podía identificar algunas pertenecientes a varías de las aldeas de los alfas; parecía una extraña ofrenda de paz. Llevaba un vestido por debajo de las rodillas, color blanco con verde; lo que la hacía verse aún más blanca de lo que ya era el tono de su piel; sus pies iban descalzos y con una cintilla en uno de sus pies con otra flor, una peonía, el símbolo de mi clan.

Nuestras miradas se encontraron y el mundo entero se detuvo, solo éramos ella y yo; mi lobo se había vuelto loco y gritaba mia dentro de las fauces de mi cabeza; entonces todas esas historias de mates que me contaba mi padre me parecieron reales en ese momento, mi lobo solo quería correr a ella, tomarla de la cintura y besarla; puede que ella pensara lo mismo porque tampoco quitaba la mirada de mi. Mi abuelo tuvo que darse cuenta puesto que me termino de guíar hasta mi asiento, pidiéndoles a los demás jefes hacer lo mismo, ella se sentó frente a mi a lado de su padre, era preciosa.

Me costó demasiado poner atención a mi alrededor, no quería ser tan evidente, al menos no más de lo que ya estaba siendo obvio; mi abuelo dirigió la junta mientras que yo dibujaba en una hoja que habían dejado para anotar cosas; la dibujaba a ella. Cada cierto tiempo mi abuelo me golpeaba levemente con su pierna en la mía para comprobar que prestaba atención.

Lo hacía, pero solo a ella, quien tampoco me quitaba la mirada.

—Hubo un lobo en la aldea la semana pasada, se suponía que dejaría a los suyos dentro del bosque.

—¿Lobo? nadie cruza la frontera sin permiso, y los únicos son los que bajan por las mercancías, ¿A qué se refiere? —Conteste tan fácilmente, sentí la mirada de mi abuelo, ya que mi voz había sonado burlesca y algunos jefes sonrieron con burla.

—Un lobo gris ha estado merodeando por la aldea, ya se ha robado algunas gallinas y el otro día casi ataca a un pequeño —contesto enojado.

—Deben ser salvajes, en ninguna aldea hay lobos grises —dije ya un poco fuera de mis casillas.

—Es verdad, ninguna aldea sea mostrado de gris, la mayoría son tonos blancos, negros y café, a menos que alguna nueva manada este cerca —contesto alguno de los jefes, aún no los identifica totalmente; pero sí había una nueva manada cerca debíamos prestar especial atención

—Sabemos que hay más manadas haya afuera, pero mandaré a alguien para que los proteja, su aldea es nuestro paso a la ciudad, y no pienso perder eso,  si ya no hay ningún otro tema de interés, recomiendo irnos —termine de decir y salí de la habitación.

Baje hasta las puertas y me escondí esperando que se liberará el espacio; algunos jefes se quedaron hablando con mi abuelo; seguían viéndome como un niño, un par más habla con el humano, lo que hizo que dejara sola a la chica vagando por los jardines del castillo. Fingí escapar, haciéndome chocar con ella, ambos caímos al suelo y rápidamente la ayudé a qué se levantará, su corona había caído y con delicadeza la levanté; ella había tomado la mía del suelo.

—Su corona madame —dije mientras ella sonriendo se quedaba quieta para ponérsela, su cabello era tan suave.

—Gracias su majestad —respondió haciendo una reverencia, ¿ya les dije que era hermosa?, esos ojos del color de la miel, se miraban risueños; me miraron como si pudiera descifrar mis pensamientos y al parecer los adultos no habían sido testigos de lo que acababa de pasar. —Su corona.

—Gracias, perdone por esto, soy algo torpe —podía sentir a mi lobo inquieto, tome mi corona rozando sus manos, ella las quitó rápidamente, pero no pude evitar extender una de mis manos para presentarme. —Soy Aidan por cierto.

—Hela —dijo tomando mi mano con la suya, eran suaves. 

—¿Hela? ¿Como la diosa de la muerte? —quitó su mano de la mía y la pregunta la había hecho sonreír, cada vez quedaba más embelesado con su imagen.

—Sí, idea de mi madre; le gustaban las historias de los dioses antiguos —habíamos comenzado a caminar por el espacio —. ¿Trataba de huir?

—Me atrapaste, las juntas no son muy lo mio —dije caminando a su lado, ella miraba el jardín con anhelo y yo solo podía verla a ella.

—Es lo que dijo mi padre, es raro ver al joven rey en las juntas —el joven rey, ¿qué otras cosas no diría el humano de mi? —Perdone, siento que lo conozco de otro lado, ¿ya nos habíamos visto antes?

Iba a responder cuando pude escuchar al resto de jefes subiendo a sus carrozas, por lo que segundos después, la voz del humano nos interrumpió.

—¡Hela! Debemos irnos —su voz irradiaba desprecio; cuando nos giramos lo vi a lado de mi abuelo, quien lucía completamente serio, podía sentir la pregunta de su mirada, ¿qué haces con la chica?

—Adiós.

—Adiós, Hela.

Ella sonrió, pude ver un leve rubor en sus mejillas, después se dio la vuelta y caminó hasta su padre, y así, ambos se fueron, dejándome esperándola.


...


Hela, Hela, Hela, Hela, Hela.

Su nombre era Hela, una linda chica de la aldea de los humanos y no solo eso, era hija del rey, jefe, monarca, como quiera que sea, un hombre que me odia porque no soy mi padre, fantástico. Mi mate era una humana, mi abuelo me había cuestionado cada uno de mis movimientos desde la junta hasta que me encontró en el jardín con la chica; pensó que solo quería hacer enojar al humano, pero luego le conté todo.

 Íbamos de camino al lago como me prometió y cuando por fin terminé de explicar todo, pude ver por unos segundos miedo en su mirada; para luego cambiar el gesto a uno de compasión. Sentía pena por mi situación, le había rogado para que me ayudara a volverla a ver; pero mi abuelo fue firme ante mis berrinches, el humano nunca iba a aceptar aquello y menos si llegabamos sin una razón aparente a la aldea.

Pero necesitaba volver a verla; esa noche en mi habitación me estaba tentando en irla a ver, podía escaparme e ir en forma de lobo; aprovechar los avistamientos que ya habían tenido, pasaría desapercibido, solo quería verla. Aunque si me descubren podía iniciar otra guerra y a nadie le favorecía aquello. 

Estuve varios días pensando en como volver a verla; esperar a la siguiente reunión no podía ser una opción, era probable que no la volviera a llevar y me quedaría sin poder verla para siempre. Renuncié, no podía pensar en una idea para volverla a ver si estaba practicando con la espada. Deje que mi contrincante me ganará y así salir de ahí, subí hasta la torre y busqué los pergaminos, la mayoría llevaban su rostro; no dejaba de dibujar su imagen.

Ya la vería otra vez. Aquella noche mi abuelo tuvo que ir por mí, había cosas importantes que discutir con el concejo.

—¿Un baile? —pregunte sin creerlo.

—Sí, será tu coronación y no pienso romper con la tradición solo porque al hijo de mi mejor amigo no le gusta socializar —contestó Alastor riendo, era el beta de mi padre y actual padrino de mi ser; mi abuelo miraba por la ventana escuchando todo

—¿Podemos invitar a los humanos?

—Aidan, sabes que los reyes humanos siempre están —me miró de manera extraña y siguió —. ¿Por qué tanta obsesión con la aldea humana?

—Mi padre quería hacer un cambio, ¿por qué no seguir sus pasos?

—Porque tú nunca obedeces, dime la verdad.

Lo miré sin saber si decirle o no, al final las palabras no salieron de mi boca.

—La hija mayor del humano es la mate de Aidan —la voz de mi abuelo había sonado cansada. 

—No puede ser —su rostro se había vuelto imposible de leer, su mirada pasaba de mi a mi abuelo, quien había dejado en paz lo que sea que tenía su atención para acercarse con nosotros —. Nunca había escuchado que uno tuviera su mate en un humano, pero ahora entiendo porque no hubo quejas de la junta.

—Debiste verlo, nunca nada había tenido toda su atención, ni siquiera los entrenamientos o sus dibujos.

—Deberías ir tras ella, su casamiento podría hacer por fin una alianza sólida con ellos —dijo Alastor, lo mire incrédulo, aunque tenía razón; tal vez era hora de acomodar las cosas por fin entre ambas razas. 

—Aidan, acompañame —mi abuelo me ordenó mientras salía de la habitación, Alastor se disculpo antes de desaparecer por el pasillo.

Mi abuelo me sacó de mi habitación y me llevó hasta la que era de mis padres, no había entrado ahí desde que habían muerto. Buscó en el cofre y sacó una espada, en esta estaba el collar de mi madre, él lo desenredo e hizo que me acercará.

—Aun recuerdo cuando tu padre lo mandó a hacer, estaba tan nervioso por dárselo a tu madre —dijo mientras me pasaba la cadena por el cuello —. No eran más grandes que tú cuando se casaron, sé que ellos te apoyarían, el pueblo tal vez no, la pelea con los humanos ha dejado a los más grandes con cierto resentimiento, pero, es tu mate.

Me entregó la espada de mi padre, tan reluciente.

—¿Qué hago con esto?

—La portarás el día del baile, querrás que tus padres estén contigo cuando todos se inclinen hacia el nuevo alfa.

La tomé dudoso, conocía su peso, mi padre me la había prestado para entrenar, dijo que algún día sería totalmente mía cuando me la ganará, nunca lo hice, por eso la guarde junto al collar, ambos querrían estar juntos.


...


Llevo mucho tiempo los preparativos del baile; mientras tanto tuve clases de todo, desde cómo hablar, hasta como caminar; incluso una clase de baile, era mi deber abrir el baile esa noche; yo esperaba poder invitar a Hela, era algo que anhelaba mucho. Mi abuelo propuso que lleváramos las invitaciones de manera personal, no salió tan bien como esperaba, pero al menos pude volverla a ver e invitarla personalmente. Solo faltaban unas horas para la coronación oficial, me sentía demasiado incómodo, el traje era ajustado, la corona y la capa me la iban a poner en la ceremonia, sentía el peso del collar de mi madre en el pecho.

Me tiro en la cama y me quedo esperando hasta que Alastor cruzó la puerta; llevaba su traje, con la espada en la espalda, nunca entendí porque les gustaba hacer eso, es más cómoda llevarla en la cintura, donde se supone va, pero bueno, me levanté y siendo escoltado por la guardia real, llegué al lugar donde todo empezaría. Estaba nervioso, debía caminar por un largo pasillo, a los lados había filas de personas y al final  del mismo se encontraba nuestra chamana, una mujer que había vivido con nuestra comunidad desde hacía mucho, fue la mujer que unió a mis padres y que me presentó al mundo. Cuando llegó hasta ella, me sonríe dulcemente 

—Hace veinte años, presente ante las aldeas al joven príncipe a quien en un futuro nos lideraría como supremo alfa; soy la primera en pensar que no creímos ver al joven tan rápido por estos lugares; aún a las sombras de su niñez y con un futuro incierto, sé que estamos en las manos correctas y que esté reinado traerá grandes cambios y con esto —tomo la espada de mi padre y la colocó enfrente de mi —. Aidan, futuro alfa, ¿aceptas la vida que esto te traerá, liderando cinco manadas, llevando a tiempos mejores a los tuyos y sobre todo, protegiéndolos y escuchándolos?

—Acepto —conteste ella usó la espada y la colocó en cada hombro, para luego darmela, la coloque en su funda, la cuál ya hacía en mi cadera.

Me giré a los demás, alguien colocaba una capa larga sobre mis hombros y otra persona me ponía una corona en la cabeza, estaban todos de rodillas, inclinándose ante mí, había visto esto tantas veces, pero que te lo hagan a ti, se siente distinto, la vida de estas personas estaban en mis manos, de mí dependía que siguiera todo de la misma manera.

La fiesta empezó con la comida, varios discursos de los demás alfas y por fin lo que había estado esperando, el baile. Miraba todo desde la parte alta del salón, aunque mi mirada siempre caía en la misma persona.

—Hora del baile su majestad —Alastor me había sacado de mi mente.

—No me digas así, sigo siendo un niño.

—Un niño que debe elegir a su dama para el primer baile siendo rey, aunque creo saber a quién elegirás —dijo burlón, yo rodé los ojos, pero lo seguí abajo.

Una vez ahí, se anunció lo que pasaría, y fingí recorrer el lugar en busca de la indicada, cuando ya sabía quién sería me posé frente ella, tenía cara de sorpresa.

—¿Me permites este baile?

—Claro —dijo mirando a su padre, mientras tomaba mi mano.

La guíe al centro de la pista y la música empezó, nos balanceabamos juntos, hasta que ella habló.

—Perdone mi atrevimiento, pero siento que ya lo conocía de algún lado.

—Claro, vino a mi castillo la semana pasada, ¿No lo recuerda?

—Claro que lo recuerdo, me refería a que siento conocerlo de otro lado, otra vida quizás, ¿Usted cree en las vidas pasadas?

—Yo no, pero la chamán sí y mis padres le creían en todo.


...


Luego de esa noche, pasaron muchas cosas; antes de que me lo planteara, su padre y ella se retiraron antes de tiempo de la celebración. Pero eso ya no me detuvo, en la siguiente reunión esperaba que apareciera, pero no fue así; ni siquiera el humano se apareció, en cambio llegó el consejero. Por lo que esa noche, ignorando las órdenes de mi abuelo, me escapé.

Fue facil llegar a su pueblo, incluso entrar al castillo, el problema fue encontrar donde la tenían sin que me vieran; subía y bajaba escaleras, cruzaba largos pasillos, hasta que girando en uno de ellos, tuve que esconderme por la aparición de un par de mujeres.

—Él la encerró, dicen que es para que no entre al bosque.

—No llegó muy lejos entonces.

—No, apenas puso un pie en el bosque y las tropas de su padre ya la traían de regreso.

—¿Explico por qué lo hizo?

—Dijo que soñó con un lobo que la guiaba al interior del bosque, la chica despertó confundida y rato después ya sonaban las alarmas de desaparición.

—Yo digo que deben ser hadas, son las únicas capaces de hacer que una persona actúe de esa forma.

—De todas formas la encerró en su habitación y ahora debemos llevarle la comida

Las escuchaba por el pasillo, esperaba que se adelantaran un poco para seguirlas, cuando una de las mujeres se detuvo en el pasillo.

—¿Qué ocurre?

—Nada, sentí la presencia de alguien, olvidalo, ya es cansancio.

Volví a esperar a que se alejaran aún más antes de seguirlas; su presencia me llevó a un área del castillo sin aparente seguridad, cuando entraron a la habitación espere su salida, no tardaron en hacerlo, conté hasta diez para caminar a la habitación y tocar.

—Diana, ya te dije que no quiero ir a ver a mi padre —su voz me golpeo en cuanto la escuche y una vez que abrió la puerta se quedó inmobil frente a mi. —Su majestad.

Hizo una leve reverencia, a la que respondí en automático.

—¿Qué hace aquí?

—¿Puedo pasar? —ella se movio para hacer un espacio, corri adentro; la habitación era enorme, una cama con dosel ya hacía a la mitad de la estancía, había una pequeña chimenea con sillones y una alfombra; con varias zonas repletas de cuadros pintados. —Linda habitación.

—Gracias, majestad, ¿qué hace aquí? ¿Mi padre…?

—No sabe que estoy aquí —no podía descifrar su mirada, había diversión y miedo y confusión y algo más que no lograba distinguir. —Le agradecería que no le cuente, pero quería verla de nuevo.

—Pudo pedir una audiencia —dijo con confianza, sonreí porque tenía razón, era mi mate, el pueblo esperaba que desposara a alguien, pude pedirlo desde ese punto, una unión entre los pueblos; pero no quería que fuera mía por eso, quería que me eligiera.

—No era tan divertido.

—¿Cómo entro?

—Debería decirle a su padre que su seguridad no es tan buena, nadie me vio entrar —ella me miraba analizando cada movimiento, camine un poco por el espacio hasta las pinturas, reconocía algunas personas, sus hermanas y su padre, la otra mujer debía ser su mamá. —Son lindas.

—Gracias, su abuelo me conto que también dibuja —¿mi abuelo me había quemado? —Había dibujos en una de las reuniones, me dijo que eran suyos.

—Sí, suelo perderlos, mi abuelo dice que no pierdo la cabeza porque la tengo pegada al cuerpo —eso la hizo reír, seguí revisando sus pinturas, había una tapada, imaginaba que su nuevo proyecto. —¿Iras a la siguiente reunión?

—No lo sé, estoy castigada por tratar de escapar.

—Escuche rumores de eso en el pasillo, ¿a donde ibas? —vi duda en su mirada, pero su sonrisa seguía abordando todo su rostro.

—A buscarte.

—¿A mi?

—Sí, yo, sonora muy loco, pero soñe con un lobo y me llevaba a tu castillo; me emocione y me salí a la mitad de la noche, pero yo no supe ir con cuidado y me encontraron, mi padre me regaño y ahora estoy confinada a mi habitación —dijo caminando por el espacio hasta la ventana que daba al balcón. —No puedo quejarme, la vista es linda.

Caminé hasta donde estaba, ambos salimos al balcón, se veía todo su pueblo, era de noche, pero el castillo estaba iluminado, fue hasta ese momento que note los carruajes en la puerta.

—¿Tienen visitas?

—¿No los viste?

—No, entre por atrás; ¿quiénes son?

—Pretendientes —escupió la palabra y mi lobo gruño.

—¿Para qué?

—Soy la hija mayor, buscan un buen marido —respondió derrotada.

—Pero, eres la mayor, el reino te corresponde.

—No si eres mujer, el reino es para mi hermano, él será el rey, yo debo casarme, conseguir nuevas tierras, tener herederos y rezar para que a mi futuro marido no le moleste mi presencia.

En mi pueblo, el primer hijo era el sucesor, no importaba si era hombre o mujer; la sangre de un alfa se cargaba en el primogénito y debía ser entrenado como uno. Los humanos tenían pensamientos diferentes, veían a sus mujeres como una moneda de cambio, en cambio para nosotros nuestras parejas eran el centro de todo.

La miraba mientras ella se apagaba, iba a decir otra cosa cuando del interior de la habitación se escuchó la puerta ser golpeada, ella me miró con pánico, dejándome en ese lugar antes de entrar. Si me encontraban no solo estaría en problemas, sino que podría iniciar otra guerra. Escuché como hablaba con alguien, le decían que la esperaban abajo, pero al mismo tiempo yo buscaba como irme, antes de bajar por el balcón, alcance una flor de una enredadera que subía por la pared, la dejé sobre el barandal.

La salida fue un caos, pero eso ya lo iría perfeccionando con el tiempo. En la siguiente reunión estuvo presente e incluso la incluía en las conversaciones, a su padre no le hacía nada de gracia aquello, ella antes de irse me dejó la misma flor. Algunas noches me escapaba y la iba a ver, ella me contaba muchas cosas hasta el amanecer, que era cuando debía volver antes de que se dieran cuenta.

Cruce muchos límites, a veces le dejaba todo a mi abuelo para escaparme por horas. El concejo me seguía viendo como un niño, mi pueblo se preguntaba si alguna vez habría una reina y herederos; yo aún no sabía cómo plantearlo; ella hablaba de vidas pasadas y sueños raros, me contaba que sentía una extraña atracción hacia mi desde el momento en que nos conocimos; ambos nos estábamos reclamando en algo más que una simple marca

Pero ya había hecho mucho caos, todo por pasar más tiempo con los humanos que con los míos, por lo que un día después del consejo, mi abuelo me ayudó a qué pudiera tener unos momentos con ella.

—Hela, ¿Podemos hablar? —Ella estaba juntando flores por el jardín, me miró extrañada y se acercó a dónde estaba.

—¿Qué ocurre?

—Sabes lo que somos, ¿No?

—¿Quién no lo sabe? Son lobos —respondió de forma obvia.

—Sí, por supuesto —seguí riendo. —En nuestra cultura, siempre nos han hablado de los mates.

—Conozco sus historias, los mates son como su otra mitad.

—Sí, solo se encuentra una vez y dura para toda la vida —Hela había dejado de juntar flores, las que ya había recolectado, ya hacían en su mano mientras me miraba atenta. —El día que te conocí, supe que había encontrado a mi mate.

—Aidan…

—Es por eso que creías conocerme de algún lado, es por eso que nos complementamos también, y uno no vive sin su mate y tú eres la mía, pero entenderé si no lo sientes así —somos muy pesimistas, el rechazo de nuestro mate es lo peor que te puede pasar, incluso una muerte dolorosa es mejor que esto.

—Aidan —dijo suavemente acercándose hasta mí, la miraba con miedo a lo que iba a decir, pero ella simplememente me tomo de las manos y el simple gesto me tranquilizó —. Quiero estar a tu lado, ya había investigado todo eso y no sabía cómo preguntarte, pero debemos apurarnos, mi padre ya me prometió en matrimonio, me caso en el verano.

—Lo solucionaré —dije antes de besarla  

El rey no tuvo más que aceptar, ¿Qué mejor trato que casar a su hija con su peor enemigo a cambio de protección y tierras?  al pueblo humano no le pareció, lo vieron como un acto de debilidad frente a las bestias; las cazas empezaron a subir el día que ella llegó a mi castillo. Mi gente la aceptó de inmediato, el rey tenía a su mate y la tranquilidad de un futuro con herederos generaba confianza en todos. Pero entonces los míos empezaron a desaparecer y los rastros llegaban al mismo lugar.

La frontera

Hela fue una parte fundamental a la hora de las negociaciones, mi gente quedó a raya de los supuestos ataques que daban pie a la caza y su gente no entraba más allá del bosque. La gente de los pueblos faerie mostraron su apoyo a mi reino, su gente también había sido lastimada por los humanos; aunque de su venganza no podía protegerlos.

El tiempo pasó y de la misma manera en que mis padres se unieron, la chamán hizo de nuevo la ceremonia; era tan suyo como ella era mía. Cada cierto tiempo ella iba a visitar a su padre, aunque cada vez era igual, él trataba de hacer que se quedara con él, romper los lazos de los pueblos y buscarle un mejor marido, con tierras lejanas de preferencia. Pero ella siempre regresaba a mi lado y desde hace un tiempo, con nuestro bebé.

Las cosas muchas veces no llegan con una advertencia, a veces simplemente pasan. Y en otras ocasiones, las señales son latentes; unas noches antes de la reunión con los líderes de las aldeas, la chamana había enfermado; su nieta decía que había comenzado a decir incoherencias, pero cuando fui a verla, parecía cuerda todavía.

—Joven Aidan, hay algo que tiene que saber —le costaba levantarse y su cordura espantaba a su nieta. —Debe proteger al fruto de su vida, alguien acabara con su paz, pero él es clave para recuperar el reino

—¿Mi hijo?

—Sí, debe ocultarlo, o será muy tarde —la anciana había empezado a toser; mi padre alguna vez me dijo que no olvidará las palabras de una bruja, eran sabías. La nieta me saco del lugar y los siguientes días sus palabras me persiguieron.

Aún no habíamos presentado a mi primogenito, el parto había sido complicado y no quería que ambos se vieran afectados por la celebración; aunque todo el pueblo ya sabía de su existencia, habían hecho una semana de celebración por la llegada del bebé.

El día de la reunión me escondí en el cuarto de mi hijo, lo veía dormir en su cuna.

—Te mantendré a salvo, pase lo que pase —se veía tan tranquilo durmiendo.

—Aquí estás, tu abuelo lleva horas buscándote,

—No busco muy bien si yo siempre he estado aquí —dije al sentir sus brazos rodeándome.

—Dejalo dormir, no va a desaparecer —su voz me tranquilizaba, pero no quitaba el estado de alerta, la chamán nunca había fallado, quería que fuera la primera vez. —Tienes que bajar, yo me quedo con él.

—Vamos, si tu padre no te ve, armara guerra —me gire para mirarla, la tenía entre mis brazos, no podía dejar que nada le pasará.

Le bese el cuello, donde ya hacía la marca que la reclamaba como mía, ella sonrió y me sigo a fuera de la habitación. Llegamos a la habitación de las juntas, donde todos ya estaban adentro y su padre esperándonos en la habitación, Hela fue a recibirlo, mientras sentía su mirada inquisitiva.

—¿Y mi nieto dónde está? —dijo con ese tono de reclamo, "te robaste a mi hija" "marcaste a mi hija" "embarazaste a mi hija" "¿Qué acaso no puedo ver a mi nieto?"

—En su habitación, está dormido, mandaré a traerlo cuando despierte —respondí, no quería que mi bebé se despertará durante la reunión, pero mi respuesta no lo calmo.

—Mandar a traerlo, ni eso puede hacer por él mismo, y aún así rogaste en casarte con él.

—Es un estupendo padre —respondió ella defendiendome —. Ser rey lo mantiene en muchas juntas, pero siempre se levanta cuando se despierta.

Mire a mi suegro burlón, de todas maneras la reunión empezó; los jefes traían cosas específicas; incluso a la reunión llegó un representante de los pueblos faerie, quería protección ya que habían desaparecido algunos; nunca quito la mirada del humano. Y una de las brujas de las aldeas pidió hablar, querían poder moverse libremente sin el miedo a que los humanos los mataran.

Nada de eso le pareció a mi suegro. Pero pudimos llegar a acuerdos. Luego de la reunión él se quedó para la comida; Hela le daba un recorrido al cual me había sumado por unos momentos, ese día todo el mundo parecía tener problemas.

—Quiero ver a mi nieto.

—Pediré que lo traigan —dije sintiendo un hueco en el estómago

—No hace falta, yo lo llevó a verlo —dijo Hela, se acercó a mí, me dejó un beso en la mejilla y desapareció con mi suegro.

Mi gente me siguió llenando de cosas antes de la comida, pero entonces note que nadie los había vuelto a ver; me disculpé con algunas personas para dirigirme al cuarto del bebé. Algo no iba bien, casi al llegar sentí una punzada en mi abdomen y escuché el llanto de mi hijo, corrí para averiguar qué pasaba, pero la imagen que había ante mí era horrorosa.

Mi hijo lloraba desde su cuna, y mi suegro ya hacía con mi mate sobre su regazo, tenía sangre en el abdomen y le escurría de la boca, corrí para ponerme a su lado, trate de darle mi sangre para curarla, e intente detener su hemorragia con las manos.

—¡No, no, no!, quédate conmigo, por favor, no me dejes, ¡¿Qué hiciste?!

—Era la única manera, tu sabes que esta relación era una abominación, al igual que esa cosa de ahí, no debió nacer.

—¡Era tu hija!

—Era, hasta que te elijo a ti, un maldito monstruo.

—Se van a enterar, sabrán que mataste a tu propia hija.

—Como yo lo veo, aquí al único que culparan, es a ti.

Comenzó a gritar, lo que hizo que atrajera a los guardias, me llevaron a mi, los humanos querían mi cabeza, y Alastor me tenía encerrado en mi habitación con mi hijo. Aquella noche, la chamana dio su ultimo respiro, no sin antes dejar instrucciones a su nieta. Todo parecía que me guiaba a mi muerte, hasta que los niños comenzaron a enfermar, de la noche a la mañana, ningún niño menor de doce fue maldecido, segun las brujas sus lobos seguirán dormidos hasta el final de los tiempos.

Alguien había echado una maldición, no había nada que hacer, así que hice lo mejor que pude, le di a mi hijo, junto al collar de mi madre, le dije que lo ocultara, estaba en peligro y con su lobo dormido, no podría defenderse, ella aceptó y se fue. Yo ya no tenía nada, así que, dejé una nota donde le dejaba a Alastor la espada de mi padre, desaparecí en el bosque.

Me dieron por muerto luego de un tiempo, en mi funeral, la bruja de la aldea lanzó una profecía, dijo que en un futuro, existirán otros dos mates que traerán la paz entre las razas y a su vez, me ligo a esta, no puedo morir hasta que esos dos se conozcan y estén juntos.

Mi pequeño creció entre la naturaleza y de mayor, guío a una pequeña comunidad a lo que era la aldea de su abuelo, en donde fundó un nuevo pueblo, las generaciones pasaron  y de alguna manera el collar quedó inmerso en una larga y antigua familia de brujas, mi espada siguió en la misma manada. Me quedé entre las sombras vigilando a cada generación, he vivido en mi castillo luego de que lo abandonara y hasta hace casi más de un año todo iba de maravilla, luego una chica llego de la nada hablando de viejas profecías y con una marca en su abdomen, la marca de mi manada, prometió regresar pero la mataron en su viaje; fue cuando decidi que sería hora de conocer el mundo que deje. Pero solo encontre caos entre las aldeas. 

Iba a regresar hasta el castillo, cuando la vi, era la viva imagen de ella; me quedé mudo cuando escuche que otro chico la alcanza después de gritar su nombre “Hela”.

Ya están aquí.


Comentarios

Entradas populares